Apocalipsis de Esdras, IV-10
Un halo oculto se interpone
a la pericia de nudos incongruentes,
pobres semillas entre calles dispersas,
guía de mis teorías salvajes.
Enunciado de hilos inservibles,
sigo el azar que llama al infortunio.
Cada hora me recuerda la cordura
mientras remonta sus andrajos de luz.
Nada en mí es comparable al futuro.
El final está en el eco infinito del talón
y la revelación en mis manos infieles
a su naturaleza de palomas.
Disperso, recorro a diario la nada,
finjo estropear al tiempo con muecas,
sin desprender aún la razón,
la última sentencia.