Es casi medianoche. Algo impide que me duerma. Espero una cosa, y no sé qué es, ni quién me la dará.
Afuera hace frío. Se supone que hoy entró un frente y las temperaturas bajarán en estos días.
Los perros ladran. Se oyen en la calle. Me los puedo imaginar merodeando para encontrar un sitio agradable donde dejarse caer.
A veces envidio a esos animales. Quisiera tener ese desapego, junto con su egoísmo, y también esa lealtad hasta la muerte. Amo esa manera de pasearse y cagar en las banquetas, o aprovechar para orinarse en la tierra junto a un árbol. Pero en lo que sí son afortunados es en que pueden montar a cualquier perra que se deje. Eso se me hace la mejor afrenta hacia los soberbios humanos.
Personalmente, me considero un perro, aunque domesticado demás.
A veces envidio a esos animales. Quisiera tener ese desapego, junto con su egoísmo, y también esa lealtad hasta la muerte. Amo esa manera de pasearse y cagar en las banquetas, o aprovechar para orinarse en la tierra junto a un árbol. Pero en lo que sí son afortunados es en que pueden montar a cualquier perra que se deje. Eso se me hace la mejor afrenta hacia los soberbios humanos.
Personalmente, me considero un perro, aunque domesticado demás.
Son las 00:12 del sábado. Sin buscar encontré, y yo mismo me dí aquello que esperaba.
Tengo que dejar que suceda, nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario