lunes, 31 de octubre de 2011

LA LIBRETA

C. escribe sus experiencias en una libreta destinada para eso. No se le pasa nada que pudiera sonar interesante, raro o emocionante. Viendo la televisión apunta frases sacadas de diálogos de diferentes programas. Extrae citas de libros y revistas viejas. Incluso, con descaro saca su libreta en lugares inconvenientes, como en aquella librería donde un vigilante le advirtió que no podía sacar información de los ejemplares que vendían ahí. C. sin perturbarse y con enfado sigió escribiendo lo que le interesaba hasta terminar.

Releer sus antiguas libretas le provoca a su autor sentimientos encontrados. Sabe que no es literatura lo que hace y que la mayor parte de lo que registra no es de él, pero espera que todo eso lo lleve a algo nuevo. De esa manera el escritor que lleva dentro sobrevive ante la realidad. Es el instinto de llevar ese extraño diario-que más parece un cadáver exquisito o un ejercicio de escritura automática- el que le hace acercarse el pequeño cuaderno que lleva un leopardo con ojo saltón en la portada, para registrar algo nuevo.