Anoche terminé la loca historia que se me ocurrió en la tarde y me dormí sin darme cuenta. Dejé la televisión y la luz prendida. Me está sucediendo muy seguido.
Antes de entrar a este trabajo donde estoy, podía desvelarme sin problemas. De un tiempo para acá, puedo durar despierto sólo hasta las once de la noche. Eso entre semana. El sábado me desvelo hasta casi las seis de la mañana, y es excepcional.
La energía se me está acabando. Entiendo que ya no soy un jovencito, pero de ninguna manera puedo sentirme como un anciano.
Esta semana mi turno laboral es vespertino, pero cuando tengo que levantarme a las 4 de la mañana para entrar a trabajar a las seis, todo el tiempo se vuelve un martirio. Ojalá escribiera un relato donde viviera de noche. O donde tuviera un horario normal como el resto de la gente.
Últimamente he pensado que trabajo con personas tan estúpidas y mezquinas, primero porque estamos apretados en un espacio tan pequeño, y segundo porque los horarios son tan incómodos que nos hacen vernos entre nosotros con un semblante agrio y ganas de matar.
Nos estamos convirtiendo en una extraña raza mutante los que laboramos ahí.