El viejo Bill es un mentiroso compulsivo. A sus amigos les cuenta aventuras de su pasado que jamás ocurrieron. Nunca condujó un taxi en una ciudad mediana. Nunca estuvo casado con una mujer obesa llamada Sonia, ni tocaba la guitarra en un club de mierda.
Para el viejo Bill da lo mismo mentir en sucesos comúnes y corrientes, que en otros fantásticos y sorprendentes. Así es su personalidad. Una mentira es una mentira, piensa.
Es mejor ocultarles a todos lo que él realmente hizo para que no lo molesten. Sí, como sus viajes de marinero por el atlántico, donde vió ovnis descender sobre el agua y otras cosas monstruosas sobre la cubierta del barco sueco donde trabajó. O su paso como boxeador clandestino en Amsterdam, acostándose con hermosas prostitutas y siendo el protegido de los mafiosos de la ciudad. O su carrera meteórica como cantante country de éxito, que frustró su consetudinario alcoholismo.
Sí, todo eso sería mejor callárselo. De cualquier forma nadie le creería y le dirían viejo mentiroso. Para ciertas personas con un pasado legendario como el suyo, y con la edad que tiene es mejor acostumbrarse al tedio, la apatía y la mediocridad de otros. Ha aprendido tan bien su oficio de contar mentiras que hasta a comenzado a creer que es verdad la vida falsa que se inventa.
El viejo Bill vive en un cuartucho, en donde le da por leer novelas que él toma como verdad, con una cadena de oro colgando de su cuello. Una cadena de oro tan falsa como el periódico que vende todos los días.
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