jueves, 15 de diciembre de 2011

LA MÁQUINA Y YO

17.11.2011

Es jueves, y estoy desesperado porque llegue el sábado y termine esta semana de mierda.

El supervisor de este turno tiene la estúpida idea de que yo aprenda cómo funciona la compactadora de cartón para hacer pacas. Lleva tres días diciendome que ayude a Don José, el encargado de ese lugar. Es buena persona y no me desagrada como otras, pero definitivamente no quiero estar en ese puesto.

Estar lleno de polvo de cartón y oliendo a rayos todo el tiempo no es como quiero pasar mis últimas semanas en este empleo. Me pareció de pésimo gusto, pero así se lo dije a Don José, y lo comprendió a su manera, contándome intimidades de los supervisores, el antiguo jefe de producción, y otras gentes más.

Nunca imaginé que él fuera un afortunado ganador de varios boletos de lotería. Ha llegado a reunir casi 300 mil pesos. Lo malo es que le ha prestado a otros que jamás le pagarán ni un centavo del dinero que les soltó. Me confío  también que es analfabeto y tiene 54 años. Además tiene una cicatriz en el antebrazo derecho por una lesión muy fuerte que tuvo, pero nunca lo pensionaron.

Quisiera ponerme en su situación, pero no puedo. Sé que estoy mejor en todos los sentidos y no me quiero conformar a que me asignen a un trabajo de lo más bajo como la compactadora. Ya le hice saber lo que pienso al supervisor, pero por lo visto es de esos idiotas que se toman todo personal, y me devuelve al mismo lugar cada vez. Yo me concentro en palear todo el desperdicio a la boca de la máquina, y oprimir el botón para que ésta comience a masticarlo.

Hago lo mismo una y otra vez mecánicamente para desconectarme y no sentir que me encuentro en el peor sitio para mí.


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