lunes, 19 de diciembre de 2011

MEMORIAS

La furia poética de C. lo estaba ahogando. Él intentaba liberarla, pero había escrito sobre todo lo que tenía a mano y no podía hacerlo. Cuando terminó con los papeles, siguió con los muebles. Terminó con los muebles, y continuó con las paredes. Desesperado, C. salió a la calle. Al tropezar con otro hombre, se hizo de palabras con él, y comenzaron a pelear. Durante la golpiza, cada puñetazo que daba o recibía soltaba imágenes mentales en su cuerpo, como si recordara todo lo que había sido su vida, a base de empellones, huesos rotos y sangre. Llegó la policía y lo detuvieron por iniciar el pleito. Cuando lo encerraron, C. supo que aquella furia que deseaba expresar y no podía, había explotado dentro de él. Con un bolígrafo comenzó a escribir en las paredes de la cárcel donde se encontraba enjaulado. Era irónico como en cautiverio, igual a un animal salvaje, se había liberado de una vida complaciente y en silencio. Ahora iba a deshacer los nudos que tenía dentro. Ahora C. iba a gritar desde cada uno de sus poros.

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