No revela más el eco albergado
en el oído, sino la grieta confusa,
abismo de vocaciones y enmiendas,
senda de cuestionamientos y miedos.
Ningún artilugio es suficiente.
Cada proeza intempestiva
sucede con la irrefrenable inquietud
rondándome con su cauce sombrío,
acaso sin aludir al rezago.
No soy más que un mal dibujo
de mi ser verdadero disfrazado,
en un tiempo disperso de voluntad
sin auxilio de mi errático existir.
Nunca se apiadan del ínfimo destello
que así deja a esta mente desnuda.
Suficiente recompensa es urdir
entre cortes mellados un motivo:
sobrellevar este íntimo tormento.
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