Eduardo Chillida.
No puedo dejar de morir
con este tiempo a las espaldas
inundando mi sombra
de voces frías y quimeras.
Trato de explicar la sinrazón
de tantos giros infrecuentes
con el mismo trazos de asombro
menguado y deslucido
revelándome distante.
Podrán explicarse las puertas,
fuere su fin cerrar historias,
mas las preguntas quedan,
pesan en el bastión de certeza
con el que toca combatir.
Apariencia, no voy más allá.
En cada senda, la postura fiel.
En cada vía, el tinte insoluto.
Nos queda sólo rondar
al árbol residual del desperezo
para cantar la triste música
entre la soledad y el insomnio.
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