Ayer lunes regresé a estrar haciendo pacas de cartón. Lo tomé más cínicamente esta vez. Hubo algunos compañeros que me hacían comentarios para molestarme, pero los dejaba pasar, o se los devolvía en el mismo tono. Cargué con la pala toda la banda de la compactadora una y otra vez, sin presionarme. Ya casi para terminar el turno fue que la enorme y abigarrada montaña de desperdicios desapareció.
Noto que Don José me confia más y más cosas que no les dice a todos. Básicamente son chismes que salen de la oficina que se encuentra arriba y enfrente de las máquinas. Todo lo que refiere al pasado y futuro de la empresa, de forma muy revuelta, me lo comenta él. Y de alguna manera intenta que yo me enseñe a utilizar la compactadora y saber de la forma de amarrar las pacas. Pero mi respuesta es tajante en cada ocasión: no me interesa, yo ya me voy. De alguna manera eso rompe la tensión entre ambos y nos sinceramos. Le platico ciertas cosas mías, y él me dice que también se iría a no ser por la lesión que tiene en un brazo y por su edad. Siento que soy el que más le ha ayudado de todos lo que han colocado en el mismo puesto, aunque la actitud que Don José vea de mí sea otra.
Por momentos percibo que las ventajas de estar en ese sitio son más que las desventajas. A pesar de estar cubierto de polvo de cartón todo el turno, me encontraría completamente solo y a resguardo de los supervisores y el jefe de producción, además de cualquiera de los otros idiotas de la planta. Trabajaría a mi ritmo y el turno se me iría como agua. Tal vez el punto malo es que estaría fijo en el horario matutino que se siente igual que una lobotomía sin anestesia, y estaría a disposición del montacarguista para desocupar cada trailer que llegue. Sí, es muy posible que tenga su cosas, pero ese puesto hace que mi mente escape fuera de ahí.
Hago mi labor mecánicamente, embruteciendome por fuera, pero siempre estoy pensando en imágenes e historias de las que voy a escribir. Pienso en libros, viajes, fiestas, y en todo lo que deseo profundamente. Hago mi trabajo rutinario ciega y ofuscadamente para que el tiempo pase rápido y me dirija a los lockers a guardar mis cosas, y de ahí a la calle, a respirar aire tranquilamente.
Konrad,
ResponderEliminarme transporté a donde jalas, a los chismes de doña Mary y a la buena onda de don José. Todos ellos, personajes que para nada son de cartón. :D Me gusta. Saludos. A veces creo que me falta realidad; mi mundo es muy pequeño para ser real.
Isadora:
ResponderEliminaragradezco tus palabras. tal vez se siente la rabia, un sentimiento universal. de repente me parecen los personajes redundantes, pero que bueno te gustaron. la realidad de cada uno es sorprendente. lo malo es que no nos deja ver por qu nos choca de frente.
saludazos.